El celibato suele ser un don que Dios entrega, una vocación a la que Dios llama. Tan apreciable como el matrimonio y tan valiosa. Signo de la caridad y clave de la fecundidad espiritual. No es para fuertes ni para débiles, ni para listos ni para tontos, es sólo para quienes han recibido esa vocación. Dios llama.