Grandes desastres, mayor esperanza

Jesús habla con claridad a sus discípulos. Y nos habla a nosotros. No hay que fijarse en lo fugaz, en lo deslumbrante. Eso está llamado a destruirse. Hay que centrar la vida en Cristo, en cada momento, sin dejarnos llevar por cálculos y voces que hablan de que el final está aquí o allí. No sabemos ni el día ni la hora.