Dios nos abre su intimidad para que podamos conocerle y adorarle. Contemplarle da sentido y transforma nuestra vida por completo en nuestras relaciones, trabajo y culto. Examinamos si nuestra vida corresponde a la vida de alguien que contempla a Dios.
Don de Temor de Dios
Con el don de Temor de Dios el Espíritu eleva nuestro corazón para temer lo único que hay que temer, que es separarnos de Dios, y ser valientes y tener coraje ante todo lo demás.
El don de piedad
Mediante el don de piedad el Espíritu Santo ablanda nuestro corazón para abrirlo a la ternura con Dios y con el prójimo, permitiéndonos vivir la filiación divina.
Fortaleza de lo alto
Este don del Espitu Santo es crucial en un mundo en el que evitamos todo sufrimiento y esfuerzo. Podemos distinguir tres escalones: virtud humana de la fortaleza, virtud teologal de la esperanza y don del Espitu Santo.
Don de ciencia
El Espíritu Santo nos ayuda a que contemplemos la Creación y nos llenemos de asombro por el Amor que Dios que resplandece en ella y en su obra cumbre que es el hombre y la mujer.
El don de Entendimiento
¿Para qué sirve este don? Este don del Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra fe para iluminar nuestra inteligencia y hacernos profundizar de un modo infuso en la verdad revelada. Pidamos al Espíritu Santo que nos llene con este don tan importante para nuestra vida.
El don de sabiduría
El Espíritu Santo se nos entrega en este don para ayudarnos de una manera única e imposible de otra forma a disfrutar de la vida plenamente, con todo lo que la vida ofrece
Dulce huésped del alma
La tercera persona de la Santísima Trinidad se encarga de nuestra santificación. Desde dentro de nuestra alma alienta la vida cristiana, la construye e impulsa el apostolado. Con Él la Iglesia realiza la misión confiada por Jesús: Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio.