El pecado hace que nosotros actuemos como zombies enmascarados. Como los zombies vamos buscando lo que nos apetece (a ellos sangra humana, a nosotros placer, comodidad, dinero…) sin pensar ni en Dios ni en los demás. Y nos ponemos una máscara para que parezca que sí. El ayuno, la oración y la limosna de la que nos habla Jesús en el capítulo seis de Mateo son el antídoto que nos permiten quitarnos la máscara y mostrarnos ante Dios como los zombies que que somos para dejar que el pueda tocarnos y sanarnos. Es una exageración, pero es exacto.